sábado, 14 de agosto de 2010

El papel del ingeniero agrónomo en tiempos de turbulencias...

Realmente, estamos en tiempos de turbulencias. En primer lugar, no podemos sustraernos a la situación actual de crisis financiera y económica mundial que se ha extendido al conjunto de actividades económicas.
Es una crisis que trasciende de sus efectos directos, para afectar al propio orden financiero y económico derivado de los acuerdos de Bretton Woods de 1944, que incluso podrían ser objeto de revisión o refundación.
Probablemente, los intentos de incorporar la agricultura y su comercio a la globalización quedarán también afectados. Siempre ha existido relación entre la crisis económica y el comportamiento de los mercados agrarios.
Una de las más recientes y significativas fue la crisis monetaria de Extremo Oriente de 1998, que provocó un efecto dominó afectando poco después a Rusia y Brasil, y originó un impacto en los precios y mercados agrarios, que modificó sustancialmente las previsiones iniciales sobre su comportamiento elaboradas por organismos de referencia como la OCDE, el USDA o la propia Comisión europea.
La actual crisis económica y financiera se ha superpuesto, hasta casi ocultarla, con la crisis de precios y suministros de materias primas agrarias, que sólo hace seis meses parecía la única gran amenaza que se cernía sobre la comunidad internacional.
“A posteriori” existe cierto consenso sobre las causas de la crisis, asociadas al crecimiento del consumo en países emergentes particularmente China e India; las condiciones climatológicas adversas en países habitualmente suministradores del mercado mundial, como Australia o Ucrania; la oferta ralentizada por el incremento de los precios de fertilizantes y gasóleo; los efectos en el comercio derivados de la paridad del dólar y del encarecimiento de los transportes; la demanda de biocarburantes en Brasil y EE.UU., para cumplir requisitos de políticas sobre el cambio climático y lucha contra el deterioro de la capa de ozono, y la propia inelasticidad típica de los productos agrarios en la relación precios/demanda.
Lo curioso es que “a priori”, y antes de la crisis, no se hubieran tomado medidas correctoras, teniendo en cuenta, además, que la inestabilidad y la variabilidad de los precios es un elemento cotidiano, bien conocido, en los mercados mundiales. Las políticas agrarias deben optar por aceptar este hecho, acomodarse, o intentar controlarlo y protegerse con las oportunas medidas correctoras.
Así como no era razonable un nivel de precios tan bajos como los registrados en años precedentes, tampoco podían ser permanentes los precios elevados de meses pasados, sin duda afectados por un importante componente especulativo.
La Conferencia sobre Seguridad Alimentaria Mundial convocada por la FAO en Roma el pasado mes de junio consiguió poco más que declaraciones de principios y buenas intenciones.
Hubo un falso debate sobre los biocombustibles de primera y segunda generación y su competencia con los destinos alimentarios en la dedicación de la tierra. Quizás la principal conclusión fue constatar que la lucha contra el hambre pasa por facilitar y estimular la producción agraria a nivel local en los países en desarrollo, por encima de las políticas dirigidas al fomento de los monocultivos de exportación.
Entre tanto, el bloqueo de las negociaciones en la Organización Mundial de Comercio, tras el fracaso de la mini-ministerial de Ginebra de julio de 2008, para alcanzar las modalidades sobre Agricultura y NAMA en el marco de la Ronda de Doha para el Desarrollo, ha sido imputado a la incomprensión de EE.UU., India y Brasil, respecto a la apertura de los mercados agrarios de estos dos últimos.
Pero el bloqueo de las negociaciones tiene causas más profundas que derivan de la confusión y las contradicciones, una vez más turbulencias, que existen en relación con los objetivos y funcionamiento de esta Organización.
En efecto, su objetivo fundacional es facilitar y fomentar el comercio internacional, con el fin de generar riqueza para el crecimiento económico pero, con demasiada frecuencia, el progreso parece querer centrarse, por parte de muchos, exclusivamente en que los países desarrollados realicen una apertura general a las importaciones de productos agrarios. Es una realidad que el comercio genera riqueza pero no garantiza su justa distribución entre países y personas y la vía comercial por si sola no parece ser suficiente para consolidar el progreso y equilibrio económico que precisan los países en desarrollo.
La OMC se rige por el trato especial y diferenciado para los países en desarrollo, pero no es lógico que los representantes de éstos, Brasil, India y China, figuren en el grupo de los diez países del mundo que registran niveles máximos en la mayoría de los indicadores económicos (PIB, volumen y valor de exportaciones, entre otros) y sólo sean clasificados como países en desarrollo por el indicador del PIB per capita, lo que refleja problemas de dualismo o de distribución interna de la riqueza.
También la OMC respeta las preocupaciones no comerciales de sus miembros, pero no parece razonable que las preocupaciones no comerciales de los países desarrollados no parezcan legítimas.
Se trata, en consecuencia, de una amalgama de sensibilidades e intereses contrapuestos difíciles de gestionar y por ello no debe sorprender los altibajos que va experimentando el proceso de negociación asociado a todas las Rondas, que avanzan por etapas y finalmente resultan extraordinariamente largas hasta su conclusión definitiva.
Precisamente como consecuencia de los compromisos asumidos en la OMC en al capítulo sobre agricultura, entre otros condicionantes, los cambios en las políticas agrarias de los países OCDE son continuos. Son buen ejemplo a este respecto las modificaciones de la Farm Bill aprobadas en los últimos años en EE.UU. o, en el ámbito de la UE, las sucesivas reformas de la PAC.
Los valores de referencia
Ante todas estas turbulencias, pueden extraerse algunas referencias que sirvan de pauta de comportamiento.
El reforzamiento del carácter estratégico de la agricultura en un mundo globalizado, el fortalecimiento de los principios de autosuficiencia y soberanía alimentaria, junto con la necesidad a nivel mundial de intensificar e incrementar la producción, sostenible y con respeto al medioambiente, parecen referencias obligadas en la formulación de las políticas agrarias del futuro.
Evidentemente, la función de producción de la agricultura debe ser compatible con la sostenibilidad en su concepto amplio, tanto en el respeto al territorio, al medio ambiente y al paisaje como en la utilización adecuada de los inputs de producción. Además, debe hacer frente a los nuevos retos y desafíos, que planean sobre la agricultura.
El cambio climático es una realidad de la que queda conocer el alcance exacto de sus efectos y de las acciones que lo originan. La agricultura debe, por una parte, contribuir a mitigar sus efectos reduciendo las emisiones de efecto invernadero y, además, por otra parte, adaptarse a los previsibles efectos del cambio climático.
La gestión adecuada del agua constituye, en relación con la agricultura, un desafío permanente, en tanto en cuanto el agua dulce es un bien escaso que hay que administrar y gestionar con la máxima eficacia y eficiencia.
La agricultura de regadío ha sido históricamente y es actualmente un elemento característico de la actividad productiva, de la generación de empleo y de la articulación del territorio rural en muchas regiones a través de todo el mundo.
La confrontación del consumo directo con el uso para el regadío es un falso debate. El ahorro y la eficiencia en el uso del agua para ambos destinos debe permitir hacerlos compatibles.
Es también un desafío la conservación de la biodiversidad. El progreso económico y comercial tiende a reducir las especies y variedades que se utilizan en agricultura y amenaza la biodiversidad.
Es misión de los poderes públicos comprometerse y poner los medios necesarios para mantener el patrimonio genético que caracteriza la biodiversidad que hemos heredado.
A este respecto, los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) son característicos de la evolución de la ciencia y de la tecnología y son compatibles con una adecuada política de mantenimiento de la biodiversidad.
El agotamiento de las energías fósiles es inevitable en un horizonte predecible y es un reto al que, al igual que otros sectores económicos, la agricultura debe enfrentarse.
Los equilibrios económicos y energéticos deben permitir una mayor utilización de las energías renovables y la producción bioenergética debe ser a la vez compatible con la producción de alimentos.
El “chequeo médico” de la PAC considera estos retos de una forma superficial, pero probablemente será en la PAC de después del año 2013, en el “Horizonte 2020”, cuando haya que hacerles frente en toda su intensidad.
Como tercer valor de referencia, junto con la importancia estratégica de la agricultura y la alimentación y la sostenibilidad y nuevos retos, me referiré a continuación al modelo europeo de agricultura.
En lo que respecta a la agricultura europea, la crisis ha confirmado su propio modelo de una agricultura sostenible, productiva, fuertemente tecnificada, respetuosa con el medio ambiente, integradora de los agricultores en el tejido económico y social del medio rural. Es una agricultura subvencionada, sin complejos, como contrapartida a las garantías de abastecimiento y a las funciones y externalidades de la multifuncionalidad.
Esta agricultura europea enlaza con la industria agroalimentaria y con la I+D+i, para compatibilizar los criterios de productividad con la seguridad alimentaria en cantidad y calidad, con la preocupación por el bienestar de los animales y con el respeto medioambiental.
El modelo europeo hace compatible los criterios de productividad con la máxima seguridad alimentaria en términos de sanidad e inocuidad de los alimentos, con un proceso progresivo de trazabilidad y con una razonable preocupación por el bienestar de los animales. Esta agricultura sirve de base a una industria agroalimentaria líder en el mundo, que mantiene los mismos criterios de calidad y exigencia, con una importante aportación de I+D+i, para abastecer al grupo de consumidores más exigentes y con mayores recursos del mundo y con una vocación complementaria de exportar productos de alto valor añadido.
La agricultura europea quiere estar en sintonía con los consumidores, con la población urbana y con los contribuyentes, explicándoles, con la mayor claridad y transparencia, sus esfuerzos en la calidad, seguridad y precios de los abastecimientos, incluida su participación en la elevación de los costes de los alimentos; sus preocupaciones por los temas medioambientales y los equilibrios y limitaciones a que ello le obliga, y justificando el correcto empleo de los recursos públicos recibidos.
Los agricultores son los protagonistas de las acciones que conlleva la agricultura, afrontan a diario los retos presentes y futuros inherentes al desarrollo de su actividad y son referentes imprescindibles en relación con los valores aludidos anteriormente.
La mayoría de los problemas con que se enfrentan los agricultores y la agricultura tienen un instrumento de solución, la tecnología y la investigación.
Los ingenieros agrónomos y los profesionales de la agricultura hacen de enlace para recoger los problemas de la agricultura, buscar soluciones en la técnica y en la investigación y trasladarlas posteriormente a los agricultores para su correcta aplicación.
En este punto quisiera hacer dos reflexiones básicas:
La primera tiene que ver con la necesidad de realizar una importante tarea de “relaciones públicas” de las políticas agrarias, la PAC y de la agricultura ante la sociedad civil, las ONG, la Universidad y los medios de difusión en general, especialmente respecto al carácter estratégico de la agricultura en tanto en cuanto la alimentación es una necesidad básica de la sociedad, sobre el coste de la seguridad alimentaria, el coste de la PAC en términos relativos respecto al PIB y a las políticas agrarias de otros países desarrollados, teniendo en cuenta que la agricultura europea y la PAC, además de suministrar alimentos de la más alta calidad garantizando la alimentación, permiten articular el tejido económico del medio rural, y conservar el medio ambiente.
La segunda se refiere a que es preciso mejorar la percepción del ingeniero agrónomo por la sociedad y hacer un esfuerzo para explicar a la sociedad la función del ingeniero agrónomo y de los profesionales de la agronomía. A este objetivo contribuye, sin duda, este Congreso Mundial

1 comentario:

  1. ISabela Arcos lopez: funcion de pensamiento que debe tener un ingeniero agronomo para tratar de esfuerzo problemas y producidos por lo mismo desarrollado por los necesidades conciencia de lo que hacen de los seres humanos

    ResponderEliminar