Consiste en la capacidad de ciertos materiales, como el vidrio y el plástico transparente, en dejar pasar el calor del Sol a un recinto cerrado y evitar que vuelva a escapar, como ocurre en los invernaderos; esto permite que en su interior la temperatura sea muy superior al exterior. Esto se logra al impedir la convección del aire recalentado en su interior y que este escape hacia afuera.
No es completamente correcto llamar “efecto invernadero” al fenómeno atmosférico que regula la temperatura en la superficie del planeta. Este depende de la existencia en la atmósfera de pequeñas cantidades de ciertos gases que tienen la capacidad de absorber la radiación infrarroja emitida por la superficie de la Tierra y los océanos, para posteriormente reemitirla calentando la superficie del planeta.
El CO2 y el vapor de agua fueron identificados en 1859 por John Tyndall como las principales moléculas del aire responsables de este singular efecto: las variaciones de estos gases podían explicar las alzas y bajas de la temperatura planetaria que han conducido a las edades de hielo.
Posteriormente se ha comprobado que además del CO2 y el vapor de agua, el metano (CH4), el óxido nitroso y otros gases de origen industrial cumplen la misma tarea en forma mucho más eficiente. Afortunadamente estos gases existen en la atmósfera en pequeñas cantidades.
Es así como la superficie del planeta recibe calor tanto desde el Sol como de la atmósfera.
Sin la acción de estos gases en la atmósfera, la temperatura sobre el planeta sería de unos 15º bajo cero. Actualmente la temperatura en la superficie de la Tierra se mantiene en promedio a los 15º Celsius sobre cero, el nivel óptimo para la vida. Gracias a la atmósfera el planeta no sufre las brutales diferencias que vemos en los mundos sin aire, como la Luna, donde en el lado de día la temperatura alcanza en promedio unos 107º Celsius y en su lado nocturno 153º C bajo cero.
En la mantención de esta temperatura ideal también colaboran las nubes y los hielos, que reflejan hacia el espacio gran parte de la radiación solar que recibe la Tierra.
Como vemos, lo que ocurre en los invernaderos es diferente a lo que pasa en la atmósfera.
Después del vapor de agua, el principal gas de efecto invernadero es el CO2. Este gas, que actualmente constituye sólo el 0,0383% de la atmósfera, es utilizado en gran escala en la actividad fotosintética de plantas y bacterias, el proceso mediante el cual estos organismos captan el CO2 de la atmósfera para sus procesos metabólicos y construcción de tejidos.
La cantidad de este gas en la atmósfera depende de la actividad fotosintética. Antes de la aparición del hombre sobre el planeta, las plantas se encargaban de mantener en equilibrio el CO2, absorbiendo y emitiendo la misma cantidad al realizar la fotosíntesis. Adicionalmente, una pequeña cantidad de CO2 es absorbido por las rocas y otra por el océano.
Las fuentes emisoras naturales de CO2 son los volcanes, que aportan unos 300 millones de toneladas del gas al año; actualmente la actividad humana se ubica muy por encima de esta cifra, y es responsable de la emisión de 26,4 mil millones de toneladas de CO2 al año, producto principalmente de la quema de combustibles fósiles ricos en carbono. Otros 5,9 mil millones de toneladas de CO2 son emitidos por la deforestación y las actividades agrícolas.
Sólo un 40% del CO2 extra que emitimos a la atmósfera es absorbido por los organismos que realizan fotosíntesis, principalmente del mar. El resto pasa a aumentar el nivel del CO2 en la atmósfera.
La abundancia natural de estos gases en la atmósfera es lo que la hace un lugar acogedor para la vida, sin embargo luego de la era industrial su cantidad ha aumentado considerablemente con el consiguiente aumento de la temperatura en el planeta, lo que a su vez está generando severos cambios en el clima del planeta.
Otro fenómeno natural que está contribuyendo al calentamiento global, es el aumento de las radiaciones solares. Según estudios de la NASA, el aumento en la radiación solar en los últimos 24 años ha sido de un 0,1%. «Este incremento no es tan importante como para provocar un cambio climático, pero sí lo acabaría siendo si esta tendencia se prolongará durante un siglo más», según afirman los científicos de este organismo.
Expertos Instituto Goddard de Estudios Espaciales y de la Universidad de Columbia indican que la radiación solar se ha incrementado desde finales del siglo XIX. Por eso, todo este conjunto de factores contribuye a que se incremente el vapor de agua proveniente de los océanos y mares al calentarse, lo que para muchos científicos es el gas de efecto invernadero más potente de todos
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